¿Quién es profeta en su propia tierra?: Doris Salcedo

Escrito por el 30 de noviembre de 2018

Doris Salcedo, nace en Bogotá en 1958 y se sitúa como una gran artista a nivel internacional, con varios reconocimientos como una beca que le entrega la Fundación Guggenheim y Penny McCall y otros, pero este en particular le abre un nuevo horizonte y fija su mirada a convertirse en una artista política desde el tercer mundo, reflejando en sus obras el vivir latinoamericano: violencia, corrupción, narcotráfico, abuso de poder, muerte e injusticias.

Es interesante como en sus obras expresa a través de diferentes simbolismos que indirectamente  el espectador puede o no interpretar como realidades la situación de Colombia, pues como manifiesta ella misma el arte no es una verdad en sí misma, y solo intenta expresar a través del objeto que considera más adecuado la realidad colombiana, pero no desde una perspectiva mórbida que agrede a las víctimas, en cambio lo manifiesta desde la sutileza de posibilitar una memoria.

A pesar de su apuesta hacia un arte político enfocado en Colombia, Doris es mucho más reconocida prácticamente en todas las galerías y museos del mundo, pero en su tierra natal pasa desapercibida, en donde llama mucho más la atención el amarillismo, las telenovelas y entrando en un camino más escabroso no pertenecer a algún tipo de árbol genealógico con poder o conocer influencias ya sea en la academia o en el mundo de los medios de comunicación.

En cuanto a sus obras, las más conocidas hacen uso de objetos que normalmente se tienen en la casa y se convierten en un conjunto de algo más excéntrico y hasta pueden reflejar los sentimientos que poseían los dueños de los objetos, lo que le da cierto toque místico a su arte. Entre las más destacadas se encuentran Shibboleth, Atrabiliarios, Casa Viuda y Sin título. Obras como estas son un claro ejemplo de la búsqueda de un nuevo lenguaje para expresar su reflexión sobre lo que acontece en el contexto colombiano.

Refiriéndome explícita mente a su obra donde hace una representación de la toma del palacio de justicia, apilando sillas sobre una superficie, recuerda aquellas personas víctimas de este sangriento suceso, lo que nos hace reflexionar que el agua no borra la huella del crimen y nos da la victoria al no ser un pueblo sin memoria ¡claro, sí supiéramos quién es esta mujer!.


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